El Poeta
Confiados y decentes se sientan a la mesa,
Los pobres con su sangre esbelta,
Y miran al cielo esperando la lluvia.
Sobre los roncos terrones de la tierra
Oran en la vespertina luz
Y recogen, mansos y terribles, la cosecha.
Desnudos se arrojan a la alberca,
Al blando paladar del agua,
Cuando los peces yacen en el fondo.
En los jergones de la habitación sombría
Siembran la dicha y la esperanza
Palabra por palabra, nube sobre nube.
En el atardecer de pómulos hinchados
Reclinan sus cabezas en los fardos
Abrazados a una ilusión obscura,
Como obscura es su mirada en el silencio.
Los pobres hacen crujir sus manos
Mientras fuman su tabaco
Y contemplan las ausencias del desierto.
Y es extraño su amor, y es de veras
Ese goce de los cuerpos con sus calamidades y milagros.
Los pobres miran ojerosos
las sombras que pasan en la plenitud del día.
Entre alabanzas, amamantando niños,
Se extravían sus miradas, y piden
Pan y paz, un bosque desconocido.
Cuando el sueño límpido deja de ser una muchacha
Sobrecogidos despiertan en la noche.
Junto a lo perdido y lo recuperado
Salvan su sed tan subjuntiva,
Hasta que la triste muerte se los lleva
Los días quince de abril,
Los días catorce de mayo.

Francisco Aranda Cadenas

Cd. Obregón (México)

No hay comentarios:

Publicar un comentario