El Poeta
Pues quisiera en sustancia ser dichoso,
obrar sin bastón, laica humildad, mi burro negro.

César Vallejo

A veces escribir es dolerse entre reglones, como el dolor
entre dos nadas -nosotros, habladores insomnes-, bajo la piel
del limón, a hurtadillas en las sombras, humo de cigarro,
caléndulas marchitas, porque existe un ser apuñalado por la espalda.
César Vallejo ha venido a desangrarse a las puertas de mi verso, lo he visto
acercarse desnudo y con raídas ropas, tenso el semblante, los ojos
perdidos, más allá incluso de la propia muerte. Pero no es mío su dolor,
siquiera mi dolor es mío, sino esta suerte de camino en que sospecho
hay un pelotón de fusilamiento detrás de cada hombre.

Francisco Aranda

Málaga, a 17 de marzo de 2017



A veces me pregunto si la experiencia poética no es sino una reflexión del propio objeto poético independientemente del orden de asuntos que trate, o de su formulación técnica o de la corriente por la  que esté atravesada; en definitiva, me parece probable, que el objeto de la poética no sea sino indagación del objeto en sí mismo, particular fenómeno del lenguaje y de la expresión del ser humano.

Francisco Aranda
Málaga, a 10 de 2015
¡Qué alegría tenerte de nuevo por aquí,
solaz de mis manos!
Hay quienes dicen que somos
momentáneos dioses; no somos salvo
una simiente en el desierto.
¿Habrá agua entre las dunas?
¿Podremos salvarnos a nosotros mismos?
¿En esta densidad del día
permanecerá el amor
hasta la oscura noche de nuestros ojos?

Francisco Aranda

Málaga, a 2 de abril de 2015
ALFÉIZAR
He dibujado una manzana a carboncillo. Podría morderla
en este instante, pero la pondré en el frutero
de la madrugada; digamos, sobre el alféizar de aquella
ventana que no frecuentaré más, sean los mirlos
quienes la devoren.

Al igual que yo, desordenaste tu nombre. Tu sexo se secó
en parameras de diciembre, y hoy otros cabellos, húmedos,
largos y espesos, habitan mis manos.
En el collage que ahora hago a modo de jardín con palmeral
sepia, césped sepia, arbustos sepia, se ausentan los pájaros;
hay gatos que corren, carretera abajo, huyendo de un sol podrido.
Sólo los mirlos darán calor a tu habitación abandonada por los poemas.
Sólo un silencio de naufragio, de versos sin estrofas, acabará entre las sábanas.
He dibujado otra manzana ésta vez con acuarela. La muerdo, la degusto,
me expulso a mí mismo del Edén con una muchacha, cuyas palabras
son de piel y de vértebra, como una antología poética de los paisajes.
Francisco Aranda
Málaga, a 01 del 04 del 2015
En el lugar en que te nombro no existe arquitectura;
un vacío sí, una rueda que gira, el nombre de otras cosas.
Lluévese entonces la noche, lluévese entonces el día
sobre la lengua y la garganta. La piel erizada
es musgo de palabras, equinoccio de palabras,
mientras los albatros residen ciegamente en la tierra
o se apartan lúdicos en el cielo. Lugar donde te nombro,
no eres ya, jamás lo fuiste. No hay salvo una letra olvidada
en la resina de los árboles por donde caminamos juntos.

Francisco Aranda

Málaga, a 2 de marzo de 2015


Pensar la memoria, sentirla, cuando las mismas
crines del viento desamarran el aire
y brota de amanecida una imagen,
un silencio pleno de voz y transparencia.
Aquí no hay ya más nada salvo la oscura
luz que asoma a los ojos casi entornados,
ojos que han mirado hacia adentro en las horas
llamadas a ver la pura entraña, el texto
inscrito en los balbuceos del alma.

Pensar la memoria, sentirla, cuando ya la memoria
no anhela sino el sueño pero, pugna
por vivirse a las en punto siempre del reloj.

Francisco Aranda

En Málaga, a 23.02.2015
En el armazón efímero del día, la cal y el canto
sobre el timbre de mi voz, sobre mis huesos;
aquí, ahora mismo, después, ya antes,
libro batallas inútiles. Pero decidme cómo es el canto,
la rueda del tiempo, lo espacioso del aire; sí, decidme.
La contemplo en el valle, en el valle imaginario de mis ojos,
su sexo ardido en la memoria, el talle que amé tan de amanecida.
La contemplo en el sueño que prorrumpe en la noche, y ya no está,
no es más que una sombra en el dormir, una despedida siempre.
Siempre de despedida, una muerte sembrada en el pecho, un cuerpo oscuro
                                                                                                                            sin beso y sin abrazo.

Francisco Aranda

Málaga, a 1 de febrero de 2015
Será nuevamente la aurora, tan escarnecida hasta el momento
en el brocal de mis pupilas. Tu cuerpo yace, desnudo y cómplice,
en mis sueños, como una serpiente que envenena mi piel.
Mas será nuevamente la aurora, y otros labios y otros besos
sacudirán mi alma. Y sin embargo, regurgita el vientre de las horas
la saliva amarga, otrora dulcísima, que bebí de tu boca.
Y si no es la aurora por fin mañana mismo, el decidido mañana
en que sacudirse la vana muerte que a veces asoma junto a mis pasos,
entonces brindaré por ti, tan lejana y vívida a mis ojos.

Y he de partir, he de partir para que tus manos no me devuelvan
al eterno retorno del dolor de sentirme tan solo entre tus brazos.

Francisco Aranda

Málaga, a 01 de febrero de 2015