El Poeta
Me pides que te dé una metáfora de sexos
cóncavos,
                 convexos,
                                  o que te ofrezca la piel,
nunca la rutina de las manos, el ángel
azul marchito como la flor que calló a la tierra
en día de terral.
Después, la sangre, la avaricia de tus labios,
el ojo que extendió la mirada sobre el cuerpo.
Ahora, en la callada quietud de las sombras, esta luz
tímida que asoma, trae sabor de saliva dulce
frutecida. Ven, más allá de tu metáfora, a confundirte
en un espasmo de amada voz y carne estremecida.

Francisco Aranda Cadenas

Málaga, a 21 de julio de 2013

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