El Poeta
¿Has visto cómo las horas crepusculares llegan a la ciudad?
Siempre de improviso, porque en el paseo marítimo los ojos
están fijos en el mar. Elizabeht McLaren tomaba su café
en el muelle 1, soñaba con tranvías y algún poema extraviado
de su juventud. Las horas crepusculares la envolvieron
con un precioso chal de estrellas marinas. Yo me siento
a contemplar los barcos, sus estelas blancas de misterio,
las luces que hacen sombrearse a las palmeras. Casi todo
es de improviso. Yo dejé escapar años dignos de haberse vivido;
se extraviaron como inútiles objetos cotidianos que buscamos
para no encontrarlos nunca. Pero no quedé substraído al tiempo,
el viento me devolvió una frase importante que revelaría
el paso de aquellos años, casi furtivos, casi locos, casi inciertos...
Cómo no pude besarla ya entrada la noche hice, recogido
en casa, un collage con la tonalidad del niño que aún me habita,
y luego me dormí, y Elisabeht se quedó en el muelle 1, abrigada
y desnuda a la vez, como si tuviera que amanecer allí, aferrada
a su silla, esperando el café de la mañana. Las horas crepusculares
volverán a pasar frente a los ojos de ella, pero no existe
más que un crepúsculo en sus retinas, aquel que la salvó
de haber muerto ahogada en una taza de café.

Francisco Aranda Cadenas

Málaga, a 9 de julio de 2013

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