Se me abrieron los ojos como dos fuentes,
Y descubrí mi sed prendida del ramaje
Del más frondoso árbol. No había nadie
En nombre de la dicha, ni nadie que me hablara
Sin babelizar el mundo. Acudí entonces al papel,
Recordé tu cuerpo entretenido en los alféizares,
Hallé la tinta azul cobalto que buscaba,
Y en la fronda urbana me puse a escribirte
Pronombre tras pronombre. Quizá, mis ojos
Abiertos como dos fuentes, tuvieran el valor
De verbalizar lo que mi estilográfica y mi boca
No supieron tejer en el telar del lenguaje.
Francisco Aranda Cadenas
Málaga, a 26 de agosto de 2012
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