Ella me lee al atardecer, y no sabe
Si sueña o si tiene en sus manos
El manuscrito del poeta.
Cuando el crepúsculo aparece
De la mano de una impávida niña,
Y el anhelo se acrecienta,
Ella repasa los versos
Que han traspasado su carne.
En el filo naranja que separa
La noche del día, esa frontera
Diminuta entre el azar y la necesidad,
Se divisan toros y ángeles, alguna
Sombra de realidad, una luz engañosa.
Ella me lee al atardecer, y no sabe
Si sueña o si tiene en sus manos
El manuscrito del poeta.
Francisco Aranda Cadenas
Málaga, a 9 de agosto de 2010
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