Y fuera que mis brazos abrazaran la delicada sencillez de entonces,
El austero ritmo de aquellas horas que nos hablaban del amor y del odio.
Y fuera en este instante que mis manos anidaran junto a las palomas
En los balcones del ensueño, y descubriera la vértebra madura en los espejos.
Me acercara a las orillas de la luz de una mar que se esconde para después
Amarnos, milenaria y febril, bullendo en los acantilados , albergue de gaviotas
Y de días por venir, sigilosos, como a veces de improviso, abandonados
A su sed y su memoria de estíos irreales al igual sobre el asfalto la calima.
Francisco Aranda Cadenas
Málaga, 20 de junio de 2011
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