El Poeta
Escribió un testamento dulce para una dulce muerte.
Sobre su cama miraba al techo, y veía sombras
De animales y algún revólver y algún país.
No se sabía de qué habría de fallecer aquel hombre,
Pero en su rostro estaba escrito un verso de los posos del café,
Una rúbrica del viento, un mediodía enjaulado, una torre
De marfil quebrada, una pregunta incontestable.
No había ni ira ni rabia en sus ojos, él se preparó
Para una muerte dulce. En sus bolsillos tenía
Varias caracolas marinas, una estilográfica, un pequeño diario
Para un insomne peculiar, atento siempre a las voces de la noche.
Fueron cayendo sus párpados de a poco; nadie en la habitación,
Sólo él con una  torrentera de delirios sumados a una luna de perfil
Sin luz. Y como si su alma finalmente no quisiera marcharse,
Lanzó un grito al aire, un dulce grito, de espanto y frío.

Francisco Aranda Cadenas

Málaga, a 3 de octubre de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario