El Poeta
                 

Se llama Flor del cerezo, o así yo la nombro.
Por entre los arrozales pasea en bicicleta con su quitasol
Y descansa en un tatami parecido a un campo de fresca hierba.
Ahora no puedo recordar el nombre de su ciudad
Mas vive cerca de Tokio, y su sonrisa es amplia como el oleaje.
A penas si fueron 2 días los que estuve con ella,
Pero recuerdo una vez me quedé dormido en su pecho;
Ella me decía cosas al oído que yo jamás comprenderé
Y sin embargo sonaban con dulzura. Es correcta y educada,
Respetuosa y hermosa como los verdes campos de su ciudad;
Ciudad cuyo nombre no recuerdo, cuyo sol y luna no recuerdo.
De ojos rasgados y labios carnosos, habla con sensatez
Y cierta sabiduría oriental. En Miyazaki, tras hacer parada
En Nakamura, junto al Pacífico, traté de olvidarla. Apareció
Un día por sorpresa con su delicado kimono de seda; me había
Compuesto una canción, traído deliciosos pasteles de arroz,
Y nueve genuinas palabras directas a este corazón mío
De exilio en exilo interior y exterior. Hube de partir:
Tokio, New York, Madrid, Málaga... Fin de trayecto.
No podré olvidarla, es imposible olvidarla, pero podríamos
Encontrarnos tal vez en Firenze o en Lisboa ahora que ella
Tiene pasaporte de ciudadana del mundo. Viajé a Japón
Por una cuestión poética y hallé un poema frutecido de luz
Con nombre de mujer, y así de tierra en tierra fui llevando
Su estela y allí donde canté me dejé el alma en su memoria.

Francisco Aranda Cadenas

Málaga, a 28 de julio de 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario