Me muerde, delicado, el vientecillo que baja de los montes;
Acaricia las aguas, bebe de ellas, se esconde
Entre el ramaje, sube hasta las azoteas, rima
Con uno de mis versos y al final se marcha
Con el oleaje que arrastra a las barcazas
Y a los hombres.
La noche fluvial lo aguarda, levanta entonces las arenas,
Se arracima en las esquinas, compite con la luna.
Dulce vientecillo que bajas de los montes, has hilado
La voz de mi garganta,
Peinado mis cabellos,
Besado mi carne.
Francisco Aranda Cadenas
Málaga, noviembre de 2010
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