El Poeta

DÍA DE LA ESPERANZA

No me queda más remedio que este oficio
De poeta... Las largas horas
Que me salvan de estar muerto,
Que me salvan de estar vivo.
La noche, en medio de la noche, bebe
De la luz herida, besa los labios
obstinados de la palabra entre la hierba,
Negros pianos, blancos violines,
Amarrados al ser que avanza y retrocede.
Meriendo, con mi libro de poemas en las manos,
Pan, aceite, ajo, con la conciencia
De la futilidad de tantas cosas,
Mientras cantan los relojes del corazón.
Y desde la sombra, los mirlos, sobre la acacia
Dormida, preguntan por nosotros
Los hombres, insisten, hacen daño...
Mejor que nosotros se nombran los minerales
Así mismos, pero al poeta le queda la palabra,
Y la palabra es la ladrona del fuego,
La serpiente que asciende hasta los soles
Desterrados.

Francisco Aranda Cadenas
Málaga, 08.05.08 / 165

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