El Poeta


Después que aquella nombradía
Hiciera presencia en los días de febrero,
Y la mar besara la cuenca de tus ojos,
El dulce párpado, la propia lluvia
Que surgió de su seno, fue entonces
Que una luna, no sé si cóncava o convexa,
Se acomodó en los tejados de la ciudad,
Mientras los hijos de los nombres
Se sacudían los prejuicios y las sombras.
Aquella forma del encuentro, los puentes
Amanecidos, las sirenas en silencio, los púlpitos
Derruidos, todo cuanto aconteció
Que iluminó a la ciudad y a los hijos de los nombres,
No fue si no una música de pronto,
Una luz acariciando el rostro, la sed
De los vencidos que asomaron sus cabezas.

Francisco Aranda Cadenas
Málaga, a 15 de febrero de 2013

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